TDAH en adultos

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El trastorno por déficit de atención/hiperactividad, TDAH, es el trastorno del neurodesarrollo más frecuente en niños, caracterizado por manifestaciones persistentes de inatención, hiperactividad e impulsividad que no corresponden al nivel de desarrollo de la persona y tiene una persistencia de por lo menos seis meses, trayendo consigo un deterioro importante en al menos dos áreas de su vida, ya sea en la casa, escuela, trabajo, relaciones sociales, etc., lo que impacta en el funcionamiento psicosocial. 
  La prevalencia oscila entre 4 al 12 %; de los cuales, más de dos tercios continuarán con sintomatología en la edad adulta y esto es algo poco conocido, ya que se suele asociar al déficit de atención solamente con los niños, sin embargo, la realidad es que los síntomas pueden acompañarlos por muchos años más.
  Se estima que globalmente la prevalencia en adultos está en torno al 2 o 3 %. Sin embargo, tomó algo de tiempo considerar seriamente que el TDAH pudiera afectar adultos pues fue hasta los 80´s, que se incluyó esta posibilidad en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, DSM-III; en la siguiente revisión, el DSM III-R se describe formalmente la posibilidad de realizar el diagnóstico de TDAH en adultos. 


  Algunos autores indican que las tasas de TDAH en el adulto han aumentado en las dos últimas décadas, lo que podría relacionarse con existencia de más evidencia sobre la persistencia de los síntomas. De los niños diagnosticados, aproximadamente un 76% mantiene el trastorno hasta la edad adulta. Esto último ha incrementado el interés por conocer sobre el trastorno, identificarlo, establecer el diagnóstico y tratamiento. Diversos estudios han estimado que la prevalencia de TDAH en la edad adulta oscila entre 2.5 y 4.4%. 
  De entre todos ellos, un 70% presenta al menos otro trastorno, siendo los de mayor riesgo la depresión, trastorno de ansiedad generalizada, estrés postraumático, fobias específicas, trastornos de personalidad, abuso de alcohol y sustancias, trastorno bipolar y trastornos de conducta. Por otro lado, se ha descrito la asociación entre el TDAH y el sobrepeso u obesidad con base en la desinhibición conductual que caracteriza al trastorno. 
  Todo esto se manifiesta en una mayor presencia de conflictos en las relaciones familiares, de pareja y sociales, así como un incremento de accidentes laborales, automovilísticos, conductas delictivas, uso y abuso de alcohol y sustancias. 
  Los adultos con TDAH presentan principalmente síntomas de inatención y de impulsividad, ya que la hiperactividad suele disminuir con la edad, aunque tampoco es que desaparezca, pues se pone de manifiesto como dificultad para estar sentado, excesivo movimiento de brazos o piernas, hablar demasiado, perder las cosas, etc. 
  La impulsividad se puede hacer notar en la forma irreflexiva de tomar decisiones, en problemas de adaptación y poca disciplina. Las dificultades de atención complican diversos aspectos de la vida cotidiana como por ejemplo el poder priorizar, estructurar el tiempo, planificar tareas, completar proyectos y mantener sus cosas en orden. La dificultad para controlar el temperamento y la inestabilidad emocional también son frecuentes en los pacientes con TDAH. 
  Aunque la mayoría podríamos fácilmente identificarnos con algunas de estas características, no quiere decir que tengamos TDAH, porque la presencia de inatención, hiperactividad o impulsividad por sí mismas no determinan el diagnóstico, ya que son comunes a la población general, es más bien la intensidad y la frecuencia de dichos síntomas con respecto a la edad, el contexto y, sobre todo, la repercusión que tiene, es decir, qué tanto afecta el funcionamiento diario. 
  Veamos a detalle los signos y síntomas generales del TDAH. De acuerdo a los criterios diagnósticos del DSM-5, se incluyen 9 signos y síntomas de falta de atención y 9 de hiperactividad e impulsividad, aunque no hace falta tenerlos todos, se requieren al menos 6 de un grupo o de otro. Además, los síntomas necesitan haber estado presentes con frecuencia por al menos 6 meses, ser más pronunciados que los previstos para el nivel de desarrollo, ocurrir en al menos 2 áreas, como pueden ser el hogar, la escuela, la familia, etc., y estar presentes antes de los 12 años. Esta frecuencia e intensidad debe interferir con el funcionamiento en el hogar, la escuela o el trabajo. 
  El TDAH puede ser más difícil de diagnosticar durante la edad adulta. Los síntomas pueden confundirse con los trastornos del estado de ánimo, los desórdenes de ansiedad, y los trastornos por uso de sustancias. Puesto que el autoinforme de síntomas infantiles puede ser poco confiable, se tendrían que revisar los registros escolares o de entrevistas familiares para confirmar la existencia de manifestaciones antes de los 12 años. La evaluación de un adulto con síntomas de TDAH requiere un esfuerzo enorme por integrar todos los datos clínicos disponibles que ayudarán en la realización del diagnóstico. Un protocolo estandarizado debería incluir una historia clínica completa del paciente, cuestionarios autoadministrados de síntomas, rendimiento neuropsicológico y evaluación de comorbilidad psicopatológica. 

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¿Qué pasa en el cerebro de una persona con TDAH? 

  A grandes rasgos, podríamos decir que existe una actividad atípica: se observa un déficit en la acción reguladora de ciertos neurotransmisores, especialmente la dopamina y noradrenalina en la corteza prefrontal y cuerpo estriado. Estas dos sustancias tienen un papel definitivo en el desarrollo de las funciones cognitivas. Por un lado, el déficit de dopamina puede provocar falta de concentración, especialmente frente a tareas repetitivas y aburridas, también puede provocar impulsividad. 
  Las alteraciones en el circuito de la recompensa podrían explicar también, la mayor vulnerabilidad al abuso de drogas. Las vías noradrenérgicas prefrontales participan en el mantenimiento de la atención y son mediadores de la fatiga, la energía, la emoción y el interés. La serotonina también estaría implicada, sobre todo debido a su rol en el control de los impulsos. 
  Además de los síntomas principales, tanto en niños como en adultos con TDAH suele observarse baja tolerancia a la frustración, actitudes obstinadas, cambios emocionales bruscos, baja autoestima y rechazo de los que les rodean. Se les considera negligentes e irresponsables. Son descritos como personas soñadoras, que comienzan muchos proyectos, pero tienen dificultades para terminarlos. Aplazan las tareas que requieren un mayor esfuerzo o que consideran más aburridas. Pierden fácilmente la agenda, la cartera o el móvil, emplean mucho tiempo del día en buscar cosas y son más propensos a accidentes en casa. Tienden a lograr una menor formación académica, incluso sin que la inteligencia esté afectada. Asimismo, presentan más problemas de adaptación y disciplina en el ámbito escolar, en el caso de los adultos en el trabajo, ya sea cambios constantes de trabajo, despidos frecuentes, accidentes laborales y desempleo. Se han descrito mayores dificultades en las relaciones interpersonales, especialmente en las relaciones de pareja, debido a las crecientes demandas sociales que han de afrontar que pueden ser abrumadoras. Existe cierta evidencia de mayor número de separaciones y divorcios, así como una mayor dificultad para establecer y mantener amistades. 

Una vez identificado el TDAH, ¿qué sigue? 

  Hasta ahora no hay manera de curar el TDAH, el tratamiento se enfoca en disminuir la intensidad y la frecuencia de sus síntomas, lo que incrementa la calidad de vida de la persona. Los mejores resultados se obtienen asociando el tratamiento farmacológico y no farmacológico, al contrario de lo que se suele pensar, no siempre se requieren de medicamentos para el tratamiento, sino primordialmente en casos en los que el trastorno afecta demasiado la vida de la persona y de acuerdo con las recomendaciones y vigilancia médica apropiada. 
  Antes de prescribir un fármaco a un paciente, es imprescindible valorar en profundidad cómo afecta a su vida cotidiana y si con el tratamiento se conseguirá una mejor evolución. La elección de un fármaco u otro dependerá de cada caso, de la comorbilidad, de la adhesión al tratamiento, de la edad, del potencial uso inadecuado y de sus preferencias o de las del cuidador, además de las características del fármaco y posibles efectos secundarios. Es importante señalar que antes de comenzar el tratamiento es necesario comprobar que no se están usando otros estimulantes no prescritos. Los fármacos psicoestimulantes son la primera opción; el metilfenidato es el de elección. La atomoxetina es la segunda opción, seguida de otros no estimulantes. Los estimulantes mejoran los síntomas y el deterioro asociado al comportamiento, así como la irritabilidad, los cambios de humor, la baja autoestima, los problemas cognitivos y el funcionamiento social. Los fármacos no estimulantes pueden mejorar la atención, reducir la impulsividad y la hiperactividad, o bien tratar alguna otra patología que se presente en conjunto con el TDAH. 
  La intervención psicológica es importante en estos casos debido a las implicaciones conductuales, psicosociales y afectivas, otro punto importante es la psicoeducación, esto es, informar sobre el trastorno y valorar su posible influencia en la adaptación a lo largo de la vida, es el primer paso del tratamiento que se dirige tanto al paciente como a su entorno familiar. La información ayuda mucho y permite desarrollar formas más efectivas de afrontamiento, detectar dificultades y definir objetivos terapéuticos. Además, de esta manera, se enseña a afrontar los problemas emocionales, conductuales y cognitivos asociados al trastorno, así como a abordar la sintomatología que no responde al tratamiento farmacológico. La intervención psicosocial es diferente en el TDAH de adultos que en los niños; sobre todo porque en jóvenes y adultos deben considerarse los trastornos de abuso de sustancias tóxicas, problemas de ansiedad y depresión. 

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El TDAH no es un problema exclusivo de los niños, un número considerable de adultos llevan consigo los síntomas por mucho más tiempo, pero debido a que se cree que los síntomas desaparecen con la edad, la mayoría no tiene la atención apropiada, lo que repercute en su vida cotidiana afectando su rendimiento escolar, laboral y social. Los adultos con TDAH pueden no parecerse mucho a los niños con el mismo trastorno, ya que en muchos casos la hiperactividad disminuye con el pasar de los años y el resto de los síntomas se vuelven más sutiles. Los riesgos asociados al TDAH en la edad adulta, aparte de perder las cosas y ser desorganizado, van más allá, pues las complicaciones en establecer y mantener relaciones repercuten en su vida social, que a su vez puede traer consigo problemas de depresión, ansiedad y consumo de sustancias, junto con los factores asociados al aspecto laborar: cambio frecuente de trabajos, despidos y desempleo. La inatención y la impulsividad no se deben tomar a la ligera pues vuelven a la persona propensa a accidentes en casa, en el trabajo y al conducir. 

Para este trastorno no existe una cura definitiva, sino que se busca atenuar los síntomas y disminuir su frecuencia de modo que el impacto en la vida de la persona sea mucho menor. En general se sugiere un tratamiento que convine la farmacología y la intervención psicológica en la que se aporte información y apoyo para las dificultades específicas. 


Lecturas recomendadas: 

TDAH en el paciente adulto, pautas de actuación y seguimiento. PAS TDAH ADULTO-MONOGRAFIA-2.pdf (ffomc.org)

Referencias 
(2014). Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales DSM-5: American Psychiatric Association- APA (5a. ed. --.). 
Reyes Ticas, J.A., Reyes Ochoa E., (2010) Trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) en adultos, REV MED HONDUR, Vol. 78, No. 4, 2010 
Moreno Fontiveros M.A., Martínez Vera M.J., Serrano Rodríguez L., (2014) Trastorno del déficit de atención con/sin hiperactividad en el adulto, Med Gen y Fam (digital) Vol. 3, No.2. pp. 32-40.

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