Burnout parental



La vida adulta tiene muchas responsabilidades, entre el trabajo, el hogar, la pareja, la vida social y demás, es casi imposible pensar que la libremos tranquilamente y si añadimos hijos a esa mezcla pues, es como una bomba de tiempo. El estrés acumulativo de todo lo que compete a nuestras responsabilidades rara vez se desahoga de una manera sana ya sea si se trata del trabajo o de cuestiones del hogar, al final es una suma peligrosa.
  Es muy probable que hayan escuchado más de una vez el término burnout, estrés laboral, síndrome de desgaste profesional o síndrome del quemado. El síndrome de Burnout fue declarado en el año 2000 por la Organización Mundial de la Salud como un factor de riesgo laboral por su capacidad para afectar la calidad de vida, salud mental e incluso, poner en riesgo la vida. Su definición no se encuentra en el DSM-V, ni en el CIE 10, pero se describe como una forma inadecuada de afrontar el estrés crónico. El burnout se puede definir como un síndrome psicológico que surge como respuesta a estresores crónicos en el trabajo.
  Desde la perspectiva psicosocial se trata de una respuesta disfuncional que genera una tensión emocional crónica, especialmente en aquellas profesiones que incluyen actitud de servicio.
 Las tres dimensiones clave son número uno: el agotamiento, dos, despersonalización, y tres, una sensación de ineficiencia y falta de logros.

  1. El agotamiento emocional está caracterizado por la presencia de fatiga y cansancio que puede manifestarse física, psíquicamente o como una combinación y que hace alusión a la sensación de no poder ofrecer más de sí mismo a los demás, que se va agravando debido al contacto diario y sostenido con las personas que deben atender.
  2. La despersonalización se refiere a la actitud negativa, sentimientos distantes y fríos hacia otras personas, irritabilidad, actitud irónica, desmotivación y la victimización de las frustraciones son características que acompañan a este componente.
  3. La sensación de ineficiencia y falta de logro surge cuando el profesional se presenta ante situaciones en donde las demandas están muy por encima de la capacidad de cumplir en la atención con calidad, por lo que se obtienen respuestas negativas hacia sí mismo, sentimientos de bajo logro o incapacidad de realización profesional. Esto conduce a una baja autoestima, fracaso profesional e insatisfacción laboral.
Existen varias manifestaciones que podemos considerar como signos de alarma o incluso como parte del burnout:

  Negación, aislamiento, ansiedad, miedo o temor, depresión, siendo uno de los más frecuentes en este síndrome y de los síntomas más peligrosos ya que puede derivar en conductas suicidas. También podríamos observar ira, adicciones, cambios de personalidad, culpabilidad y autoinmolación, cargas excesivas de trabajo, cambios en los hábitos de higiene y arreglo personal, en el patrón de alimentación, con pérdida o ganancia de peso exagerada, pérdida de la memoria, desorganización, dificultad para concentrarse y puede haber trastornos del sueño.

¿Les parece familiar?

  Aunque el burnout fue descrito para el ámbito laboral, no se tardó mucho en observar que sus alcances no se limitaban únicamente a lo que sucede en el trabajo ya que esa fatiga física y mental no solo se trasladaban al terreno personal y sentimental, sino se generaban síntomas extremadamente similares, pues es difícil mantener el paso en las actividades y obligaciones en casa, con la pareja, los hijos y el resto de la familia por lo que aparecen los tres grandes problemas del burnout, pero ahora en casa.
  La persona quemada intentará distanciarse de todo lo que le genere estrés o más fatiga ya sea una actividad o incluso una persona, se volverá más lenta, puesto que no sentirá la misma fuerza interior para actuar.
  La pareja o los hijos posiblemente serán los primeros en notar los efectos del agotamiento, los niños verán que su padreo o madre ya no tendrá ganas de realizar ninguna o muchas menos actividades con ellos como antes, además verán cómo se vuelven menos tolerantes y más impacientes.
  La apatía mental y el cansancio físico podrían llegar a repercutir de forma directa o indirecta en todo el núcleo familiar, con lo que al ser detectados los primeros síntomas se deben atender lo antes posible para minimizar sus efectos.

Veamos algunos factores de riesgo del burnout parental:

  • Familia monoparental: cuando una sola persona se hace cargo de todas las responsabilidades, el estrés aumenta.
  • Problemas económicos y laborales: si las cosas en el trabajo no van bien y aparte el dinero no alcanza, no sorprende que la estabilidad se vea perturbada.
  • Problemas de pareja: otro de los grandes estresores es no poder funcionar bien como pareja, por el motivo que sea, es un elemento que genera y aumenta el agotamiento, la frustración, la sensación de fracaso y lastima la autoestima.
  • Enfermedad crónica o discapacidad del hijo: este punto es muy amplio, en estos casos la exigencia sobre los padres es increíblemente enorme, no solo por las demandas que la enfermedad del hijo supone sino también por enfrentarse a un mundo al que a veces no pueden adaptarse.
  • Problemas de comportamiento de los niños: sin duda la mala conducta de los chicos en casa o la escuela, es otra situación con la que lidiar, que al estar luchando con uno mismo es difícil poder atender de la mejor manera la causa para solucionar estos problemas, por lo que a veces solo se opta por aumentar la disciplina con castigos, lo que no tiene el mejor de los resultados a largo plazo.
  • Bajas habilidades emocionales. Es a este punto al que hay que presar mucha atención, ya que, en todo aspecto de la vida, si el manejo de nuestras emociones es pobre, al ir sumando responsabilidades y relaciones se nos vendrá el mundo abajo si no aprendemos a hacernos cargo de nosotros mismos primero y de la manera en cómo reaccionamos, entonces, la interacción con los demás será como querer hacer malabares con cuchillos cuando no sabemos hacerlo ni con pelotas.
  • Elevado perfeccionismo de los padres. Que un padre espere cosas buenas de los hijos, está bien, los impulsa a alcanzar logros cada vez más altos, pero cuando ese apoyo y motivación paterna es más bien una presión por convertir al hijo en algo exageradamente genial y perfecto todo el tiempo, que claro podría lograrse con mucho sacrificio, pero sin duda tendría un costo que no todos estaríamos dispuestos a pagar.

¿Qué sucede cuando el trabajo no termina al llegar a casa, las presiones y responsabilidades cambian, pero nunca se acaban?

  La cuestión es que, si el trabajo es una fuente no solo de estrés, sino de agotamiento, frustración y golpes al estado de ánimo, y además siendo sinceros poco o nada es lo que se procura aprender a gestionar nuestras emociones y a tener maneras sanas de manejar y liberar el estrés, ocasiona que al llegar arrastrando los pies a casa no estamos en la mejor condición para ofrecer lo que la familia necesita y es ahí donde todo termina por quemarse.
  La relación de pareja se deteriora, hay cada vez más distanciamientos con los hijos y la sensación de fracaso es abrumadora ya que parece ser que nada en la vida funciona bien, haciendo que la persona caiga en un bucle infinito de agotamiento sintiendo cada vez más pesada la carga de un día normal.
  Sucede que por desgracia no aprendimos a manejar situaciones adversas y además el no poder separar el trabajo del hogar como nos tocó vivir más cercanamente estos últimos dos años trabajando desde la sala, acrecienta la sensación de incompetencia como persona, como profesional y como padre, además establece un precedente negativo en los hijos que estarán aprendiendo a llevar sus problemas de un lado a otro sin afrontarlos correctamente en el espacio correspondiente. ¿no lo habían pensado de esa manera?

Podcast

Referencias y lecturas recomendadas

Comentarios

Entradas populares