Ansiedad: la amiga incomoda


Es cada vez más común sentirnos preocupados por el trabajo, la escuela, las relaciones familiares, la vida de pareja, los amigos y hasta la mascota, vivimos con varias alarmas y recordatorios en el teléfono para intentar organizar cada momento de la vida, de modo que no tenemos espacio para relajarnos, nuestro mundo es altamente competitivo y a veces tememos que, si aflojamos el paso, nos dejarán atrás. Ese estilo de vida afecta nuestro bienestar significativamente y eso es debido a que somos presa de la ansiedad.
  La ansiedad es un sentimiento inherente al ser humano. No existe persona que no la haya experimentado alguna vez. Se presenta en diferentes circunstancias de la vida, como cuando se tienen problemas laborales, presentaremos un examen importante, al invitar a salir a alguien o en la toma de decisiones cotidianas. A esta ansiedad, que es ocasional, la podemos denominar hasta cierto punto como normal y cumple una función adaptativa que prepara al individuo para la ejecución de tareas o activa el estado de alerta frente a posibles amenazas. 
  La ansiedad normal es menos acentuada, más ligera y no implica una reducción de la libertad personal. Sin embargo, se vuelve patológica cuando es desproporcionada, es decir, cuando su intensidad y duración sobrepasan los límites aceptables perdiendo su función adaptativa y se convierte en un problema para la persona, compromete el funcionamiento del individuo provocando un déficit funcional y un malestar que impulsa frecuentemente al sujeto a pedir ayuda médica. 

  Los trastornos de ansiedad solían considerarse como exclusivamente relacionados con conflictos intrapsíquicos. Actualmente, se acepta que en su origen participan factores biológicos, psicológicos, sociales, traumáticos y de aprendizaje. Muchos de los trastornos tienen su origen en anormalidades neuroquímicas influenciadas genéticamente pero también hay otros asociados a conflictos intrapsíquicos o se pueden explicar mejor por el efecto de estresores o conductas aprendidas; sin embargo, es la combinación de estos factores lo que más cercanamente se puede considerarse como el origen de la respuesta desproporcionada de ansiedad.
  Para tratar de reducir la tensión desagradable que sienten cuando están ansiosas, algunas personas suelen comer, fumar o beber en exceso y de momento, esto alivia el malestar, pero a largo plazo la situación se puede complicar. De hecho, el café, el abuso del alcohol y del tabaco aumentan la tendencia a sentir ansiedad. Otras personas, en cambio, evitan las situaciones que les producen ansiedad y en apariencia esa estrategia funciona, pero, a largo plazo, las cosas pueden ir peor. 
  Evitar situaciones puede convertirse en un hábito muy perjudicial. Cuanto más se evita hacer frente a una situación desagradable, esta se vuelve más fuerte y la persona va perdiendo confianza en sí misma. Así, los problemas no sólo no disminuyen, sino que van en aumento. Una vez que la ansiedad aparece, tiende a mantenerse, incluso si parece que ya no hay causa aparente para ello, pues crea un círculo vicioso: como los síntomas son desagradables, la persona se vuelve más sensible a cualquier alteración física, por lo que se preocupa continuamente de que pueda pasarle algo, lo que, a su vez, le hace estar más ansiosa. Y así su sintomatología se agudiza cada vez más.
  Los trastornos de ansiedad se manejan con medicación, psicoterapia, o ambos. Antes de iniciar el tratamiento, se debe determinar si los síntomas son causados por un trastorno mental o por una enfermedad médica o una sustancia. También es relevante identificar si el paciente presenta otros trastornos psiquiátricos, como por ejemplo depresión, alguna enfermedad médica o abuso de sustancias. 

  Es importante saber que la recuperación de un trastorno de ansiedad no es inmediata y la mayoría de las personas tiene altibajos en su recuperación. Los retrocesos son parte normal de cualquier aprendizaje, por lo que no se debe dejar el tratamiento incompleto. El hecho de tener días o momentos peores en su evolución no debe desanimar a la persona pues forma parte de su proceso hacia la recuperación. Lo habitual tras padecer un trastorno de ansiedad es que los síntomas no desaparezcan todos de una sola vez, sino que poco a poco sean menos intensos y menos frecuentas hasta desaparecer. 

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