Depresión infantil

Normalmente cuando escuchamos la palabra depresión, nos imaginamos a un adulto abrumado por las circunstancias de la vida, a un anciano muy triste y solo, o tal vez a un joven desorientado cuestionando su lugar en el mundo, pero rara vez pensamos en un niño sintiéndose así. Durante mucho tiempo se consideraba que los niños no se deprimían, sin embargo, en los últimos años, la depresión comenzó a tomar relevancia como un padecimiento que también afecta a niños y adolescentes.
  
Sentirse triste o decaído, tener un mal estado de ánimo o melancolía ocasional, no significa estar deprimido. Estos sentimientos pueden ser comunes, pero cuando ese estado se presenta durante un lapso superior a semanas o meses y limita la capacidad del niño para funcionar normalmente, se trata de síntomas inequívocos de un episodio depresivo. 
  
  Existen múltiples factores asociados con la aparición, duración y recurrencia de trastornos depresivos en la infancia y la adolescencia. Resulta casi imposible identificar causas únicas claramente definidas; sin embargo, se pueden identificar múltiples factores como los genéticos, ambientales, eventos vitales y las características propias del niño. 
  •  Los factores genéticos son los que se han estudiado más ampliamente, aunque no se ha logrado establecer claramente la asociación de algún gen o grupo de genes en especial; se ha observado que los hijos de padres depresivos son tres veces más propensos a experimentar depresión y hasta la mitad de los jóvenes que presentan el trastorno durante la infancia o adolescencia tiene una historia familiar de depresión u otro trastorno mental; en cuanto a los niños que desarrollan la enfermedad, es más común que uno de los padres también haya padecido depresión a edades tempranas. 
  •   Entre los factores ambientales están el abuso sexual, el abandono, el divorcio o separación de los padres, las pérdidas afectivas, la muerte de una persona cercana y los desastres naturales. También incluyen eventos vitales como los duelos, las enfermedades médicas crónicas, los factores socioeconómicos, la pertenencia a grupos marginales y, hay que poner especial atención en este punto; cualquier otra situación que el niño interprete como traumática. 
  •  Las características propias del niño que debemos tener en el radar son los elevados niveles de ansiedad, baja autoestima, distorsiones cognitivas, es decir, pensamientos que ocultan, ignoran o disfrazan la realidad, así como pobre desempeño escolar y deficiencias en las habilidades sociales. 
  Los síntomas de depresión en los niños tienen características propias, por ejemplo, el estado de ánimo puede ser irritable en lugar de triste. Es más probable que el niño exprese molestias físicas como dolor o falta de apetito, así como disminución del rendimiento escolar. Los padres notarán una pérdida de interés en sus juegos y amigos. En el caso de los adolescentes, la depresión puede coincidir con cambios de carácter y conducta recientes que pueden hacer que el malestar pase desapercibido, además puede presentarse mayor rebeldía, desobediencia, inicio de consumo de drogas, alcohol, y otras conductas de riesgo. 


  De manera general, la depresión en los niños no viene sola, sino que se acompaña de otros trastornos como los de ansiedad, de problemas de conducta, trastorno por déficit de atención con hiperactividad, el trastorno obsesivo compulsivo, y dificultades de aprendizaje. 
 Debido a las características particulares de la depresión en la infancia y adolescencia, es importante contar con profesionales con formación y experiencia en el manejo de este trastorno para este grupo de edad, y que dispongan, además, de los recursos necesarios para la evaluación, el diagnóstico y tratamiento. 

Existen varias formas de abordad la depresión infantil que pueden agruparse en tres grandes categorías 
  • Técnicas de autoayuda 
  • Terapias psicológicas 
  • Terapia farmacológica 
Dentro de las técnicas de autoayuda, pueden ser de utilidad ocuparse en diferentes cosas, tanto responsabilidades como las tareas escolares, así como actividades agradables, de ese modo se logra aprender a reconocer las propias capacidades, manejar el estrés, organizarse y pedir ayuda. 
Realizar actividad física también ha demostrado ser eficaz para combatir la depresión, sobre todo si se realiza en grupo. 
Dormir suficiente es clave para regular mejor el estado de ánimo durante el día. 
Evitar el consumo de sustancias nocivas es ideal para mantener la salud mental e integral. 

En la terapia psicológica, se establecen tratamientos que han sido específicamente diseñados para personas con depresión, como la terapia cognitivo-conductual y la terapia interpersonal. La investigación ha demostrado que este tipo de intervenciones resultan efectivas y pueden ayudar a reducir la aparición de nuevos episodios de depresión. 

La terapia farmacológica utiliza principalmente antidepresivos. Estos medicamentos funcionan grandes rasgos, incrementando la actividad cerebral y los niveles de neurotransmisores específicos que ayudan a mejorar el estado de ánimo. La mayoría de los tratamientos necesitan cierto tiempo para comenzar a ver cambios, por lo tanto, es muy importante tomar la medicación tal y como la han recetado, incluso si al principio existen dudas sobre sus beneficios. 

Estas tres estrategias pueden combinarse para intervenir de manera más completa en casos en que tal vez solo un medio no ha sido suficiente para impulsar la recuperación del niño. 

En los niños y adolescentes, la depresión tiene gran impacto negativo sobre su crecimiento y desarrollo personal, sobre el rendimiento escolar y las relaciones familiares e interpersonales. También existen evidencias de la posible continuidad del trastorno depresivo a lo largo de la adolescencia y de su prolongación a la etapa adulta, lo cual se ve reflejado en los altos índices de consultas y hospitalizaciones psiquiátricas y en los problemas laborales y de relación que origina. 

Es importante vigilar ciertos aspectos de la vida del niño para identificar signos tempranos de depresión: 
  • Rendimiento escolar: dificultades de concentración, disminución de la capacidad para disfrutar actividades o cosas que antes le agradaban, cambio de conducta en la escuela. 
  • Dificultades en las relaciones sociales y familiares: irritabilidad, menor autocontrol e insatisfacción.
  • Menor participación en actividades: sentimientos de insuficiencia y falta de confianza.
  • Dolores inespecíficos y constantes que no pueden relacionarse a una enfermedad médica. 
Cualquier tratamiento o intervención tomará cierto tiempo en mostrar efectos positivos por lo que es importante ser constantes y ofrecer todo el apoyo que sea posible para que el niño logre mejorar, evitar recaídas y prevenir que el estado depresivo trascienda hasta la adolescencia y edad adulta.
Lecturas recomendadas
https://consaludmental.org/publicaciones/DepresionInfanciaadolescencia.pdf
https://scp.com.co/wp-content/uploads/2016/04/3.-Depresi%C3%B3n.pdf
https://iacapap.org/content/uploads/E.1-Depresi%C3%B3n-Spanish-2017.pdf

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