Siento, luego existo: importancia de las emociones.


Las emociones y los pensamientos se han mantenido histórica y científicamente separados como procesos independientes en los que se separa lo visceral de lo racional, siendo esta idea un vestigio de los postulados de Descartes y de la filosofía griega. Desde Platón hasta San Agustín o incluso Shakespeare, nuestra cultura absorbió la idea del incesante conflicto entre lo que hay en la cabeza y lo que dicta el corazón, entendiéndolos como procesos completamente ajenos, tan opuestos como el frío y el calor.
  Sin embargo ahora sabemos que las emociones y los procesos cognitivos son un sistema unificado que nos ayuda a adaptarnos, desarrollarnos y sobrevivir.
  Las emociones pueden influir en la memoria a través de los procesos atencionales y perceptivos, ya sea potenciando su funcionamiento o atenuándolo, incluso nuestro estado de ánimo afecta la forma en que codificamos, consolidamos y recuperamos la información.
  Es básico saber reconocer la importancia de las emociones en el desarrollo de nuestro entorno y del ambiente en nuestro desempeño emocional, ya que ambos se influyen mutuamente; la gama de emociones que manejamos refleja la complejidad de nuestro entorno y las exigencias adaptativas, físicas, socioculturales, interpersonales e intrapersonales que nos son demandadas.
  Es por eso que si recapitulamos, será evidente que las experiencias más significativas son las que evocan alegría, sufrimiento, placer o dolor; convirtiendo a nuestras emociones en la moneda de cambio en la interacción humana así como la fuerza que motiva lo bueno y lo malo de nuestro comportamiento.

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